El papel de los estándares en el comercio internacional

El papel de los estándares en el comercio internacional

Entrevista con Peter Chase del Fondo German Marshall de los Estados Unidos

¿Cuál considera usted que es el papel de los estándares internacionales en el comercio?

Para mí, los estándares existen en una economía para asegurar niveles generalmente reconocidos de seguridad e interoperabilidad tanto en los productos como en los procesos, lo que facilita que los compradores de bienes y servicios se sientan confiados de que están obteniendo un cierto nivel de calidad. Los estándares también existen para que los fabricantes sepan lo que se espera de ellos; y para que otros evalúen las "mejores prácticas" sobre cómo hacer ciertas cosas. Esto se vuelve aun más importante en el comercio internacional, donde los compradores y los vendedores tal vez no se conozcan tan bien, por lo que pueden necesitar un nivel más alto de confianza en la garantía de calidad.

Luego, por supuesto, está el lado político de todo esto, en el cual los vendedores deben cumplir con los requisitos establecidos en las leyes y reglamentaciones de un país y en el que los estándares pueden estar efectivamente incorporados o referenciados en tales reglamentaciones. Al exportar a otro país, una empresa solamente puede tener éxito si conoce y entiende esos requisitos. Aquí es donde ayudan los estándares. Por último, existe la situación ideal en la que todos los países están de acuerdo en que ciertos estándares internacionales cumplen con sus requisitos reglamentarios, por lo que una empresa solo necesita fabricar con un único nivel de calidad. Esto facilita las cosas considerablemente, en especial para las pymes (pequeñas y medianas empresas).

¿Cómo ve la evolución de las relaciones comerciales entre la Unión Europea y los Estados Unidos en el marco de la próxima Comisión Europea?

Me temo que la relación comercial entre la Unión Europea y los Estados Unidos será inestable durante los próximos meses. Y digo esto solo porque los Estados Unidos acaban de recibir autorización para aplicar aranceles a las importaciones de la Unión Europea por valor de USD 7500 millones debido a ciertas "ayudas de lanzamiento" para Airbus.

Lamentablemente, incluso si no existiera esa cuestión inmediata, la relación se tambalea por la decisión de la administración Trump de invocar la seguridad nacional para justificar la imposición de aranceles punitivos a las importaciones de acero y aluminio; las represalias de Europa contra ello; las restricciones adicionales al acceso de Europa a la contratación pública de los EE. UU.; la decisión de Francia (y de casi toda la Unión Europea) de imponer un impuesto corporativo sobre los ingresos generados por las exportaciones de servicios derivados de la tecnología digital; y, por supuesto, el hecho de que la administración ha amenazado con bloquear USD 60 000 millones de la exportación de automóviles y autopartes de origen europeo, una vez más con base en el criterio de la seguridad nacional.

Dicho esto, no tiene por qué ser así. Anteriormente, los Estados Unidos y la Unión Europea mantuvieron negociaciones para lo que habría sido un acuerdo comercial histórico entre ellos: la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés). Si bien hubo un debate considerable al respecto en Europa, especialmente en Alemania y Austria, se trató sobre todo de los temores de Europa de que la TTIP debilitara de alguna manera las protecciones reglamentarias europeas. La nueva Comisión puede tener la oportunidad de volver a encarrilar las cosas de una manera que satisfaga las políticas de ambas partes. Para ello, podría estar abierta a un acuerdo comercial que ofrezca a ambas partes un mayor acceso al mercado, incluso para la agricultura, mientras se abordan cuestiones reglamentarias como la seguridad alimentaria fuera del contexto de las conversaciones comerciales.

Incluso si la Unión Europea y los Estados Unidos no dan ese paso, las dos partes siguen tratando de hacer algo útil, incluido —lo que es importante para los miembros de ASTM International— un posible acuerdo sobre el reconocimiento mutuo de los procedimientos de evaluación de la conformidad. Personalmente, deseo que este trabajo "técnico" vaya más allá e incluya estándares que se incorporen a la ley (las llamadas "reglamentaciones técnicas"). La negativa europea a reconocer que varios estándares (incluidos los de ASTM) cumplen sus requisitos reglamentarios es una tontería demostrable. Hay formas en las que ambas partes pueden avanzar en esto, si así lo desean.

¿Cuáles cree que son los mayores retos que enfrentarán las relaciones entre la Unión Europea y Norteamérica en los próximos años?

Sin duda, el mayor reto al que se enfrentan la Unión Europea y Norteamérica proviene de China. Las diferencias actuales entre los dos son, una vez más, tontas si se las considera en ese contexto. No me refiero a esto como hacen muchas personas cuando hablan de China. Crecí en Taiwán, y conozco y me gusta el pueblo chino. No lo veo como "amenaza". Pero está aumentando el liderazgo tecnológico chino en un número creciente de industrias, por ejemplo, vehículos eléctricos y baterías, computación cuántica e ingeniería genética, entre otras. Ciertamente, ese liderazgo y el tamaño del mercado interno chino podrían permitirle a China establecer estándares en muchas áreas. Las empresas estadounidenses y europeas deben ser capaces de colaborar de forma aún más estrecha para mantener su competitividad global, que es la razón principal de un acuerdo comercial entre ambas partes.

En su opinión, ¿cómo afectan los aranceles al comercio internacional y qué papel juegan los estándares, si es que juegan alguno, en el entorno actual con la aplicación de aranceles por parte de los EE. UU., Europa y Asia?

En pocas palabras, los aranceles aumentan los costos de las importaciones. Eso puede ayudar a algunos productores nacionales que compiten contra esas importaciones; pero, al mismo tiempo, esa protección les quita el estímulo de mejora que trae consigo la competencia, e impone costos a los consumidores de los bienes importados, ya sean ciudadanos o empresas que utilizan componentes importados para fabricar mejores productos finales. Y aunque el gobierno no parece entenderlo, es el importador quien paga los aranceles, no el exportador, por lo que es una forma pésima de tratar de hacer daño al otro. Además, el negocio de importar y distribuir también crea puestos de trabajo, algo que los gobiernos que están demasiado centrados en las exportaciones parecen olvidar.

Los estándares, y en particular las reglamentaciones técnicas (cuando los estándares se incorporan a la legislación), también pueden actuar como una barrera para el comercio. De hecho, algunos piensan que lo hacen de forma más eficaz que los aranceles. Europa podría eliminar sus aranceles sobre las importaciones de pollo, por ejemplo, y las empresas estadounidenses seguirían sin poder exportar su carne de pollo a Europa, ya que los estándares de producción de los EE. UU. exigen que las empresas utilicen tratamientos antimicrobianos en la carne de aves de corral, mientras que los estándares de producción y consumo de Europa prohíben el uso de esos tratamientos. Para mí, tales barreras de proceso son incluso peores que las reglamentaciones y los estándares de los productos, ya que no tienen nada que ver con la seguridad o la salud del consumidor, que se ve afectada por las bacterias de la carne.

Tanto los EE. UU. como la UE son democracias. Nuestros ciudadanos exigen productos seguros y nuestros sistemas políticos intentan garantizar que esa exigencia se refleje en nuestras leyes. En general, al tener un nivel de ingresos similar, las personas de ambos lados del Atlántico buscan los mismos niveles de protección.
Los reguladores de los EE. UU. y la UE pueden y deben ser capaces de ponerse de acuerdo sobre el nivel de protección y luego acordar estándares comunes que lo aseguren, para ayudar a nuestras empresas a expandir sus mercados, hacer crecer nuestras economías, proporcionar empleo a nuestros trabajadores y producir nuevos bienes para nuestros pueblos.

Ya lo hemos hecho en numerosas áreas, por ejemplo, con las grandes aeronaves civiles, ya que la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos y la Agencia Europea de Seguridad Aérea reconocen las certificaciones de aeronavegabilidad de cada una, a pesar de las amplias variaciones en los estándares que exigen para los componentes individuales y, por supuesto, de la gran disputa que estamos teniendo en este sector.

El Acuerdo sobre Obstáculos Técnicos al Comercio (OTC) de la Organización Mundial del Comercio (OMC) alcanza un hito de 15 años el próximo año. ¿Cuál cree que ha sido el impacto del acuerdo y cuál es su futuro?

El Acuerdo OTC se centra en ayudar a los reguladores a evitar los obstáculos al comercio que pueden ocasionar las reglamentaciones y los estándares. Su principal herramienta es la transparencia: los miembros de la OMC están obligados a notificar al organismo cualquier nuevo requisito técnico para los productos importados, pero más que eso, se insiste en que esos requisitos reglamentarios se justifiquen sobre la base de pruebas de un posible daño y de la necesidad de una respuesta proporcional. Los estándares internacionales pueden ser de gran ayuda en este sentido.

Lamentablemente, no todos los miembros de la OMC cumplen plenamente estos requisitos. Pero eso no es un problema del acuerdo, es un problema de cumplimiento. Y aquí, creo que todos los miembros de la OMC deberían darse cuenta de que tienen la responsabilidad de exigirse mutuamente el cumplimiento. Esto no es solo un asunto de los gobiernos. Es una cuestión que incumbe a todas las pymes y a sus empleados que intentan hacer crecer el negocio.

¿Hacia dónde cree que se dirige la economía digital?

Por lo general, no hablo de la "economía digital". Más bien diría que prácticamente todas las economías se están convirtiendo rápidamente en digitales. Creo que existe el peligro de que muchas empresas crean que las cuestiones de política digital solo afectan a las empresas de TI, mientras que algo como el Reglamento General de Protección de Datos de la UE también es enormemente significativo para los fabricante de automóviles en un momento en que nos dirigimos hacia el mundo de los coches conectados, o para los fabricantes de electrodomésticos, ya que los medidores inteligentes se esfuerzan por exprimir cada gramo de eficiencia energética de los dispositivos eléctricos.

Ya podemos detectar y medir literalmente todo lo que se mueve o cambia de temperatura, y contamos con la capacidad de cómputo y análisis de datos para utilizarlo de manera más eficiente. Y si podemos hacerlo ahora, podremos hacerlo mejor con el tiempo. En ese sentido, veo la electrificación y la digitalización de todas nuestras actividades económicas como una tendencia imparable, aunque estoy igualmente seguro de que, como con todas las tendencias, habrá baches en el camino.

Peter Chase es miembro sénior del Fondo German Marshall de los Estados Unidos, que promueve la cooperación entre Norteamérica y Europa. Chase, que fue diplomático, también se ha desempeñado como vicepresidente para Europa en la Cámara de Comercio de Estados Unidos.

Issue Month
Noviembre/Diciembre
Issue Year
2019
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